Se denomina respiración profunda, a la respiración que utiliza toda la capacidad
pulmonar; es decir, las zonas alta -clavículas-, media -pecho- y baja -abdomen-.
Sentado sobre un almohadón bien cómodo, cierra los ojos y dispónete a utilizar esta
valiosísima herramienta. Todo tu ser debe entregarse con concentración al trabajo. Conéctate
con todo tu cuerpo, recorriéndolo y relajando cada parte. Mantén la columna derecha.
Despacito comienza a exhalar todo el aire -por la nariz-, como si presionaras hacia
dentro suavemente la zona inferior del abdomen, hasta vaciar lo máximo posible y sin forzar,
tus pulmones -zonas alta, media y baja-. Luego deja que el aire entre por sí solo -también por
nariz- y llene todo el volumen pulmonar, de modo que la inspiración que se produzca sea suave,
espontánea y natural.
Repite el proceso varias veces, hasta que se instalen en ti, exhalaciones e inspiraciones
profundas, en forma continua y circular. Te darás cuenta que lo haces bien porque inspiras y
exhalas con mucha facilidad y profundidad, sin manejar la respiración. Puedes seguir así unos
diez o doce respiraciones. No más de veinte. Ten en cuenta que este ejercicio de respiración
profunda puedes usarlo siempre que lo necesites, y en cualquier momento. Te brindará paz,
relajación, concentración y te será de gran ayuda en momentos de tensión, de estrés o de
cansancio.